miércoles, 24 de agosto de 2016

Ramón Aguilera Grandes Cantantes de Boleros


No hay chileno que haya cantado con más desgarro el vals peruano y el bolero —haciéndose él mismo casi parte de cada drama relatado en esos versos— que Ramón Aguilera. Parte de la cuaterna de compatriotas que hacia los años cincuenta difundió la llamada «música cebolla» (junto a Luis Alberto Martínez, Rosamel Araya y Jorge Farías), Aguilera se sumó a la tradición del bolero interpretado con guitarra acústica, marcado por un sonsonete vocal plañidero y con canciones plagadas de tristezas y tragedias. Junto a "El día más hermoso", dedicado a las madres, su mayor éxito es "Que me quemen tus ojos".



Ramón Aguilera


Su estilo reconocible, la cercanía que cultivó con sus seguidores, y la fuerta carga de chilenidad en sus grabaciones son las de un artista que merece un lugar destacado en el recuento de nuestro canto popular.






Días de radio



Hijo de un obrero ferroviario, nació en San Antonio en 1939 y creció en la localidad de El Monte, donde la familia se trasladó luego de la jubilación de su padre. Comenzó a cantar a fines de los años cincuenta e inició su carrera profesional en la radio Portales en 1963, siendo aún obrero soldador, como uno de los nombres mayores en el frente popular del vals y el bolero animado también por Palmenia Pizarro, Luis Alberto Martínez y Lucho Barrios.




El libro Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970 consigna que en esa emisora lo conoció el orquestador Roberto Inglez, «quien, impactado por su particular estilo de canto, lo llevó a grabar a RCA en 1965, eligiendo su repertorio y escribiendo sus arreglos. “Era una voz diferente, ‘decía’ en forma personal, era emotivo, cantaba, no tenía nada que ver con lo que habitualmente llega a un sello grabador”, recuerda Inglez».



De esa sociedad nacieron éxitos tempranos como “Cuatro paredes”, “El viento entre las ojas” y “Sombras”. Junto a Los Playeros, Aguilera se acomodó con rapidez al formato tradicional de interpretación de trío de boleros entonces en boga, y consiguió con ello no pocas presentaciones en radios y festivales de Buenos Aires.









Su condición de súperventas, pero a la vez el aparente desprecio de los medios de comunicación por ese éxito, llamó la atención del cineasta Raúl Ruiz, quien lo invitó a participar de una de sus películas más conocidas, Tres tristes tigres (1968), cuya banda sonora incluye varios temas cantados por Aguilera, y compuestos especialmente para el filme por el músico Tomás Lefever y el poeta Waldo Rojas.








Pero si hubiese que identificar a Aguilera tan sólo con una canción, ésta sería “Que me quemen tus ojos”, grabada junto a su grupo, Las Guitarras Viajeras de Melipilla, y convertida en hit hacia 1970. Fue un single que vendió sobre 150 mil copias, y que consagró al cantante en los escenario de boites y quintas de recreo donde hizo grande su nombre, como parte de una bohemia urbana que terminó con brusquedad con el golpe de Estado de 1973. De esas fechas datan numerosas entrevistas suyas en las que el cantante se queja de las dificultades para sobrevivir económicamente de la música.






En la desaparecida revista Quinta Rueda, Antonio Skármeta le pregunta en junio de 1973 si le molesta el mote de cantante cebolla. «Mire, no me importa el nombre de cualquier tubérculo que nos pongan. Si nos llamaran “papas” o “zanahorias”, me daría lo mismo. Mientras el público me estime y me sigan grabando, yo tranquilo no más.», responde allí el cantante.



Largos años de silencio se interrumpieron parcialmente con el retorno de la democracia. Hacia los años noventa Aguilera se vio obligado a retomar el canto en espacios como ferias libres y calles, donde además aprovechaba de vender sus cassettes. 







Según le contó entonces a El Mercurio, «[al principio] me moría de vergüenza. Ya no, porque ahora siento el cariño de la gente. Ésta es una buena forma de cantarle al obrero, al trabajador, a la dueña de casa». Entonces fue redescubierto por nuevas generaciones de oyentes y por la oficialidad cultural. Grabó el antipoema “Días atrás un árbol me preguntó”, de Nicanor Parra, hecho bolero para el disco Pichanga, profecías a falta de ecuaciones (1992), de Congreso.



Actuó en las fiestas de la cultura organizadas por el gobierno de Ricardo Lagos en 2000 y 2001, en las primeras Cumbres Guachacas celebradas en 1999 y 2000, y en un dueto de boleros con Javiera Parra organizado por la revista La Noche en 1998 en el Club Peruano.





Ramón Aguilera murió el último día de 2003, a los 64 años. Mariachis y boleros acompañaron su entierro en el cementerio de El Monte. Parte de su legado consta en el documental Lo mejor de mi vida (1993), de María Isabel Donoso.

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