sábado, 12 de marzo de 2016

El mayor partido de Brasil plantea romper con Roussef

La petición de detención de Lula y la marcha contra Rousseff de mañana, pueden llevar al PMDB a la oposición.


La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, descarta presentar la dimisión.
Presidenta, Dilma Rousseff



El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la mayor fuerza de la coalición que respalda a la presidenta, Dilma Rousseff, se sumergió ayer en debates previos a una convención nacional en la que hoy sábado puede decidir romper con el Gobierno. 


El PMDB, que encabeza el vicepresidente, Michel Temer, celebrará su convención en un momento en que Rousseff se enfrenta a una profunda crisis económica y política y en vísperas de unas protestas convocadas por grupos opositores, que mañana domingo pretenden llevar a las calles a millones de personas para exigir la destitución de la gobernante.



Vicepresidente, Michel Temer



Rousseff tiene el peor índice de popularidad que ha tenido un gobernante en Brasil, en torno al 7%, y su imagen se ha visto más afectada ahora por los problemas judiciales de Luiz Inácio Lula da Silva, su antecesor y padrino político, amenazado por una petición de detención preventiva sobre la que la justicia aún no ha decidido.



La excusa formal de la convención del oficialista PMDB es elegir a la nueva directiva y analizar la coyuntura política, pero las alas disidentes de esa formación, que han ganado fuerza al calor de la crisis, van más allá y exigen “desembarcar” del Gobierno. 



Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011)



El mayor fortín de los disidentes del PMDB se sitúa en los estados del sur del país, los más ricos e industrializados y en los que los sectores que presionan por una ruptura con Rousseff  han reflejado su posición en un documento aprobado la semana pasada y que presentarán en la convención.



Tras un preámbulo de cinco párrafos con unas muy duras críticas al Gobierno y al Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenecen Rousseff y Lula, los disidentes del PMDB exigen que el partido “se separe de la desastrosa conducción del país y actúe de forma independiente en el Congreso Nacional”.



Sin circunloquios, el documento dice que el PMDB “tiene que desembarcar del Gobierno y construir la unidad nacional en torno al vicepresidente Michel Temer”, segundo en la línea sucesoria y que asumiría el poder si prosperase el juicio con miras a la destitución de Rousseff que la oposición promueve en el Congreso. 



“Es necesario socorrer al país y ayudar a evitar el precipicio hacia el que se dirige”, para lo que es necesario “dejar de seguir ciegamente a un Gobierno que nunca nos escuchó ni nos respetó”, apunta el documento de los disidentes del PMDB, que volvió a debatirse a puerta cerrada ayer en Brasilia.




En los últimos días, parlamentarios de esa formación han iniciado un acercamiento al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), la mayor fuerza de la oposición, con el que se han comprometido a “trabajar juntos” para “buscar una salida a la crisis”, según dijo Eunício Oliveira, jefe del grupo del PMDB en el Senado. 



La fuerza del partido que lidera el vicepresidente Temer no es nada desdeñable, al punto de que en Brasil se asegura que, desde que el país retomó la democracia en 1985 tras 21 años de regímenes militares, es imposible gobernar sin esa formación.



Desde que cayó la dictadura, el PMDB ha participado en los Gobiernos de José Sarney (1985-1990), Fernando Collor de Melo (1990-1992), Itamar Franco (1992-1995), Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), y continúa con Rousseff desde 2011.



Actualmente, el PMDB ocupa siete de los 31 ministerios que tiene el Gobierno de Rousseff, pero más allá de eso está considerado como un verdadero poder en la sombra por su peso en el Parlamento y en las administraciones regionales y municipales. Esa formación se mantiene hoy como la mayor fuerza política del país y representa la segunda minoría en la Cámara de Diputados, con 66 de los 513 escaños, cuatro menos que el PT, en tanto que en el Senado es la primera fuerza y ocupa 18 de los 81 asientos.


En el mapa regional, gobierna en siete de los 27 estados del país, entre los que figura la importante región de Río de Janeiro. En el plano municipal tiene aún más presencia y cuenta con 1.041 de las 5.570 alcaldías del país, frente a las 718 que gobierna el opositor PSDB y las 566 que están en manos del PT.


Uno de los argumentos de la disidencia del PMDB es ese peso local, pues en octubre próximo habrá elecciones municipales y muchos dirigentes no pretenden arriesgar esas posiciones por “seguir” con un Gobierno que “insiste en sus errores”, como lo definió Wellington Moreira Franco, un reconocido líder de esa formación.



‘IMPEACHMENT’ Por su parte, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó ayer que no renunciará al cargo a pesar de las presiones crecientes a que se enfrenta por parte de la oposición por la crisis política y por el caso de corrupción que ha salpicado a su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva. 



“Creo que solicitar mi renuncia es reconocer que no existe base para el impeachment”, afirmó Rousseff en una rueda de prensa en el palacio presidencial de Planalto, en alusión a la figura de derecho anglosajón con la se conoce el proceso de destitución que trata de impulsar la oposición. 



“Es imposible creer que por mi trayectoria política, por mi honradez, me voy a resignar ante los que actúan con absoluta falta de respeto a ley”, agregó. Rousseff criticó a los partidos opositores que demandan su destitución y les sugirió que “deberían proceder de acuerdo con la Constitución”. 



En la rueda de prensa, la gobernante también se refirió a la petición de la fiscalía de Sao Paulo de prisión preventiva para el expresidente Lula y consideró que esta “supera todos los límites”. “El Gobierno repudia esta acción contra el presidente Lula”, dijo Rousseff.



La Fiscalía de Sao Paulo solicitó este jueves prisión preventiva para Lula por delitos de lavado de dinero y falsificación de documentos en un proceso por corrupción paralelo al que investiga las irregularidades en Petrobras.



Rousseff abundó en que la petición de la Fiscalía “sobrepasa el sentido común” y es un “acto de injusticia”, sobre todo debido al bagaje político de Lula y por el “respeto internacional” del que goza. 



La gobernante se negó a comentar los rumores de que habría ofrecido un ministerio a Lula, pero aseguró que “tendría el mayor orgullo” de incluirle en su gabinete. En su declaración, la jefa de Estado también criticó las “filtraciones selectivas” a la prensa de los casos de corrupción.


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