Antes que Los Ángeles Negros, que Los Hermanos Arriagada y que Lucho Gatica incluso, entre otras figuras de celebridad internacional, fueron dos mujeres las que se adelantaron a exportar música chilena a América Latina: Sonia y Myriam. Y antes que Christell, María José Quintanilla y Gloria Benavides incluso, fueron dos niñas chicas las que también inauguraron la figura de la cantante infantil en la industria musical local: Sonia y Myriam.
Con una carrera dividida en dos épocas, entre 1941 y 1950 y entre 1957 y 1964, pocas figuras concentran tanta historia en la música chilena. Iniciadas a los diez y once años, las hermanas Sonia y Myriam Von Schrebler ya habían cantado en Argentina y Brasil antes de egresar del liceo, y en una historia de 23 años impusieron en Chile, Perú, Colombia, Venezuela e incluso en las potencias de la música popular de Cuba y México un repertorio internacional de éxitos como el universal “Ay, ay, ay” (Osmán Pérez Freire), “Despierta, corazón” (Vicente Bianchi), “La flor de la canela” (Chabuca Granda) o “Piensa en mí” (Agustín Lara).
La carrera como solista de Sonia la Única y el valioso sello disquero SyM que ambas iniciaron en Chile en 1980 son parte de la herencia reciente del más histórico dúo registrado en la música popular chilena.
Sonia y Myriam, de Playa Ancha
Una casa familiar en el cerro Playa Ancha, en Valparaíso, fue el primer hogar de Sonia y Myriam. De entonces data también el primer estímulo musical de sus vidas, recibido de la educación provista por su madre, Hilda García Ossandón, más conocida por su nombre de cantante: Cora Santa Cruz.
Ya en su juventud Cora Santa Cruz había aprendido a tocar el piano por sus propios medios, de frente a cierta censura derivada de ser una artista popular en una familia acomodada. Y fue bajo sus auspicios que sus hijas se iniciaron profesionalmente como dúo en diciembre de 1941, con una actuación en radio Carrera, donde trabajaba la madre.
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Ese día Sonia y Myriam cantaron en un programa infantil presentado por una juguetería de la capitalina calle Ahumada. Su primera paga estuvo a tono: una muñeca y un coche. Con diez y once años las niñas fueron contratadas por la emisora y en 1942 eran artistas estables de radio Carrera y cantaban en los salones de la tienda Gath y Chaves o el Lucerna a la hora del té. Y a los trece y catorce años, cuando eran estudiantes del Liceo 1, ya actuaban de noche en el Goyescas.
El repertorio de los comienzos inicios del dúo incluía a los autores chilenos Luis Aguirre Pinto,Vicente Bianchi, Donato Román Heitman y Francisco Flores del Campo, además de extranjeros como Agustín Lara. Eran los inicios de la era del swing y del éxitos de Pedro Vargas, Beny Moré, Olga Guillot y otras figuras americanas cuando, en el mismo 1942, Sonia y Myriam grabaron su primer éxito, llamado “Linda chilena”.
El notable dúo infantil: los discos y el cine
Ese primer disco es un acetato de RCA Victor con “La canción del carretero”, de Luis Aguirre Pinto, y “Linda chilena”, de Armando Oréfice, acompañado por la orquesta de Chiquito Oréfice, de 1942. Las dos tenían doce años entonces.
Armando Oréfice era un famoso director de orquesta cubano de esos años, que tocaba en el Tap Room –recuerda a la distancia Myriam Von Schrebler, la primogénita del dúo. Y la partitura original lo corrobora: “La canción del carretero, canción de Luis Aguirre Pinto grabada en disco Victor por el notable dúo infantil Sonia y Miriam (sic), con orquesta del autor”.
Los albores del dúo también están ligados al floreciente cine chileno de la época. Sonia y Myriam aparecen cantando la misma “La canción del carretero” en la película El último día del invierno(1942), de René Olivares, un filme con música del propio Aguirre Pinto.
”Carretero, canta, canta tu canción”… con una voz de pito que cantaba por allá arriba –cita Myriam. Y cuatro años después de haber debutado con Amanecer de esperanzas (1941), considerada la primera película musical chilena, el joven director Miguel Frank filmó Música en tu corazón (1945), con las cantantes Kika (el seudónimo de Blanca de Valdivia), las propias Sonia y Myriam y la compositora cubana Margarita Lecuona en el reparto.
En 1944, aún liceanas y con catorce y quince años de edad, las hermanas hicieron su primer viaje fuera de Chile y salieron a Argentina a trabajar en radio y en vivo, contratadas por la compañía de espectáculos bonarense Teatro Maipo y por radio Splendid, con Cora Santa Cruz como pianista.
Allí coincidieron con Eva Duarte (la futura Eva Perón), Libertad Lamarque, Leo Marini y un joven Astor Piazzolla, entre otros músicos. A su regreso a Chile en 1945 emprendieron una gira desde Arica a Punta Arenas, con éxitos como “Una pena y un cariño” y el aludido “Ay, ay, ay”, de Pérez Freire. Y el siguiente país fue Brasil, entre 1947 y 1949.
Pasamos tres años trabajando y cantando radicados en Brasil, y estuvimos en todo el país: vivíamos en Rio (de Janeiro) o en Sao Paulo pero trabajando continuamente –recuerda Myriam. En 1950 ya estaban de vuelta en Chile para emprender una nueva gira nacional, pero ése también fue el año de la primera pausa en la historia del grupo, cuando Sonia se casó y el grupo dejó de funcionar.
En Cuba y México: la segunda vez
Myriam Von Schrebler se unió entonces al Trío Llanquiray, que Vicente Bianchi había formado con su esposa, la cantante Hely Murúa. Después casarse a su vez y de vivir por unos años en Antofagasta, volvió a Santiago, a tiempo para reunirse con su hermana e iniciar la segunda época de Sonia y Myriam, entre 1957 y 1964, que iba a ser la de su mayor actividad internacional.
Vuelvo a Santiago y lo único que sabía hacer yo era cantar. Y ahí fue la segunda etapa nuestra. La etapa importante: ya mujeres adultas, ya viajábamos solas, ya éramos casadas –reconstitute la hermana mayor. Fue Tito Garrote, el representante de Lucho Gatica en Cuba, quien las contrató para actuar en la isla, a la que llevaron éxitos como la canción “Adiós”, que les había escrito el autor de tangos argentino Mariano Mores. Eran los últimos años previos a la Revolución Cubana.
Ahí fuimos a La Habana primero, el 57 y el 58, porque Tito Garrote era el manager de Lucho Gatica y entonces Lucho ya tenía mucho nombre, ya estaba cantando –explica la cantante, cuyo dúo se codeó en Cuba con figuras consagradas como Omara Portuondo y Bola de Nieve–.
Hasta Pablo Milanés, a quien he ido a ver a teatros en España, me ha dicho “Es que tú no sabes, chica, yo aprendí a cantar con ustedes”. Y lo mismo me ha dicho Silvio Rodríguez. Hasta hoy nos recuerdan.
Entre 1957 y 1964, además de sus presentaciones en Chile, Sonia y Myriam actuaron en Cuba, México, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina y EE.UU. Tal como sus compatriotas de Los Cuatro Hermanos Silva, en México fueron contratadas por la filial local de RCA Victor, para la que grabaron éxitos como el bolero “Piensa en mí”, de Agustín Lara.
–¿Y sabes por qué fuimos a grabar a México? –pregunta Myriam–. Fue muy gracioso. El director de la compañía en México, Mariano Rivera Conde, que fue el marido de Consuelo Velásquez, la autora de “Bésame mucho”, estuvo en Chile, haciendo un viaje por todas las RCA de América. Y nosotras éramos famosas ya.
Entonces viene este Mariano Rivera Conde, llega a Chile y estábamos nosotras grabando. Él ya nos conocía de oídas. Sabía quiénes éramos. Nos hizo grabar un long play para llevárselo a México. Se llevó la cinta. Y en el camino perdió la cinta. Entonces nos llamó que teníamos que ir a México a grabar.
Nuevamente fue la vida familiar, esta vez de Myriam, la que marcó la disolución del dúo, ahora definitiva. La mayor de las hermanas renunció al grupo en 1964 y, mientras Sonia Von Schrebler emprendía una trayectoria como solista bajo el nombre de Sonia la Única, Myriam partió a radicarse a España, donde se mantuvo ligada a la música, pero en una carrera como ejecutiva de la industria discográfica que también desarrolló en Chile desde la dirección artística del sello Philips.
Desde tonada a canción italiana: las grabaciones
A contar de sus primeros años Sonia y Myriam grabaron con astros populares americanos de la época, el cantante mexicano Pedro Vargas y el autor y cantante argentino Mario Clavell entre ellos.
Con Pedro Vargas grabamos en Chile –recuerda Myriam–. Estaba en Chile para cantar y grabó con nosotros un single, dos canciones. Y grabó con mi madre, también. Porque nosotras tuvimos suerte desde el primer momento. Salimos a cantar y nos fue bien, siempre. Y la gente nos quiso mucho y se vendían nuestros discos y éramos famosillas. Éramos niñitas prodigio, siempre.
El repertorio de Sonia y Myriam, amplio y variado, podía comprender desde boleros a tonadas, música de autores chilenos y éxitos brasileños, italianos o estadounidenses.
Cantábamos canciones de todo tipo. Hacíamos combinaciones. Una que tuvo mucho éxito es una canción italiana que se llamaba “El torrente”. O “Arrivederci, Roma”. Nunca cantamos folclor propiamente tal; cantábamos la canción chilena, boleros, tonadas como “La canción del carretero”. O “El trébol de cuatro hojas”: “I’m looking over / the four leaves clover“, una canción (norte)americana muy conocida que cantábamos en castellano. “Ando buscando y procurando / Un trébol en mi jardín”. Cantábamos canciones brasileras, muchísimas también.
Sonia y Myriam grabaron para los dos principales sellos de su tiempo en Chile, RCA Victor y EMI Odeon, en ese orden. Luego de una primera serie de discos de acetato de 78 rpm, que Myriam calcula en unos cincuenta, pasaron al nuevo formato de extended play de cuatro canciones y se iniciaron en la era del long play, hacia 1955 ó 1956, para Odeon y con la orquesta de Pedro Mesías. Ese repertorio incluye éxitos como “La flor de la canela”, de Chabuca Granda, y varias canciones de Vicente Bianchi, entre “Despierta, corazón” y la histórica trilogía de “Tonadas de Manuel Rodríguez”, “Bernardo O’Higgins” y “Los hermanos Carrera”.
Registros de su segunda época constan también en dos volúmenes de Grandes éxitos editados en vinilo entre 1962 y 1963, con compilaciones de boleros y clásicos de la canción latinoamericana sobre todo. Ahí están desde “Volverás” (Agustín Lara) hasta “Desafinado” (Antonio Carlos Jobim), pasando por “Ven a mí” (Armando Manzanero) y “Envidia” (hermanos García Segura), todos grabados con orquestas de directores como Chucho Ferrer y Chucho Zarzosa. Estos discos fueron reeditados en 2000 por el sello BMG junto a un tercer compilado, Con mariachis, que concentra la música que el dúo grabó en México hasta su separación definitiva en 1964.
Desde entonces ha habido reuniones esporádicas de Sonia y Myriam, dentro y también fuera del escenario. Ambas hermanas volvieron a Chile para iniciar en 1980 el sello SyM, que a comienzos de la década alimentó en buena parte el catálogo del movimiento del Canto Nuevo con discos de Hugo Moraga, Eduardo Gatti, Óscar Andrade y Miguel Piñera, además de nuevos discos de la propia Sonia la Única y de Gloria Simonetti, que impuso entonces su versión de la canción de Silvio Rodíguez “Ojalá”. Parte del legado del dúo vive también en hijos de Myriam como el músico Carlos Narea, experimentado productor radicado en España, y Cristina Narea (Cristina González), cantante iniciada en el Canto Nuevo y también activa entre España y México.
Mientras Sonia volvió de plano a Chile en 1989 tras el regreso de la democracia, Myriam vivió en España, donde solía cantar para encuentros en la embajada y en el Rincón Chileno, un restaurante de Madrid. Y como dúo han tenido actuaciones aisladas.
Una de ellas data de 1976, en Ciudad de México. En abril de 2003 dieron un concierto en plena forma en el Teatro Municipal de Viña del Mar con la orquesta de Juan Azúa, y en 2001 y 2004 actuaron en las entregas de los premios Altazor en Chile.
En la más reciente de esas ceremonias cantaron casi de improviso el bolero “Mucho corazón”, y en la primera recibieron de parte de la Sociedad del Derecho de Autor chilena el premio de Figuras Fundamentales de la Música Chilena. Un calificativo certero como resumen de la popular y pionera carrera de Sonia y Myriam en la música popular de Chile.