Sus padres no podían soñar con que la niña saliera de Campo de Criptana y la reconocieran más allá de un océano que ni siquiera imaginaban. Eran labradores y sabían del trabajo de sol a sol y de La Mancha como único horizonte.
Pero Sara Montiel, niña vivaz que no había quién callara, triunfó. Aquí y allende los mares. Ya famosa en España por su intervención junto a Aurora Bautista en la mítica Locura de amor de Juan de Orduña, no se amilanó ante el reto de ser Nina, entre Gary Cooper y Burt Lancaster, en Veracruz. Era el año 1954 y aún le quedaban por rodar dos de sus títulos más emblemáticos: El último cuplé(1957) y La violetera (1958).
Ernest Hemingway le enseñó a fumar puros; se casó con Anthony Mann; flirteó con Gary Cooper y acabó convirtiéndose en leyenda.
Nació de pie, pero nació, como ella bien decía, y tras ver lo duro que trabajaban sus padres, se juró romper con ese destino que parecía marcado para ella y lo consiguió. Ayudada con un físico espectacular, a los 13 años, Sara comenzó a gobernar su vida, dejando claro que su ésta, estaba en el espectáculo.
Su primer éxito cinematográfico fue Locura de amor, a finales de los 40, época que la gente salía de las salas diciendo "la que está buenísima es la mala", tal y como ella misma explicaba en una ocasión.
Pero la suerte y la escapatoria estaba en México, donde se convirtió en una de las reinas del melodrama, sin embargo este país sería su trampolín para impactar internacionalmente en Hollywood, donde se casó con el maestro del western Anthony Mann, aunque había llegado sin saber inglés y sin padrinos.
"Yo no era novia de nadie, era Sara Montiel desde un principio y trabajé muchísimo" explicaba quien, con sus rasgos raciales, deslumbró a Gary Cooper y Burt Lancaster en Veracruz, y donde conoció a Marlon Brando rodando junto a él, en La ley del silencio.
Su exuberante belleza le abrió muchas puertas, tantas que tras una de ellas se encontró a James Dean con el que fue fotografiada en una de las últimas apariciones públicas del actor antes de su fallecimiento en un accidente automovilístico.
Pero aunque en Los Ángeles los contratos se iban sucediendo, este no era el lugar de Saritísima y se fue a España, donde le esperaban nuevos éxitos.
Vivió en primera persona la época franquista, pero supo hacerse un hueco en la escena española, donde acabaría convirtiéndose en el primer icono sexual del país. La película de bajo presupuesto de Juan de Orduña, El último cuplé, tendría parte de la culpa, pues fue en este filme, donde Montiel desplegó todos sus encantos, no solo actuando, sino también cantando los recordados temas Fumando espero y El relicario , que hoy en día aún son inolvidables.
La película fue un auténtico éxito y Sara se convirtió en una de las actrices más taquilleras del mundo y por correspondencia en una de las mejores pagadas. A este filme le siguieron, La Violetera, Carmen la de Ronda, Mi último tango, Pecado de Amor,La bella Lola, La dama de Beirut, La reina del Chantecler, Noches de Casablanca, La mujer perdida, Varietés y Cinco almohadas para una noche.
La transición la empujaría hacia la música, donde destacó poniendo de moda el cuplé y entonando con su inconfundible voz, ronca y grave, boleros como Contigo aprendí o Bésame mucho, llegando incluso en el año 2009 a cantar a dúo con Alaska y su grupo Fangoria, el tema Absolutamente, reinventándose de nuevo y dando a conocer sus estilismos, aquellos que le llevaron a convertirse en una musa de lo "kitsch".
Con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y también con la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Sara o Antonio, como era llamada por sus amigos, tuvo una vida amorosa muy ajetreada. Como bien hemos mencionado anteriormente, la artista estuvo casada con el director americano Anthony Mann, al que dio el ‘sí, quiero’ en 1957 y del que se divorciaría en 1963.
Su siguiente matrimonio fue firmado con una corta fecha de caducidad. Se casó con el industrial José Vicente Ramírez Olalla, a quién Sara llamaba cariñosamente Chente, del que se divorciaría dos meses después, a pesar de que fue en la Ciudad Eterna, Roma, donde se casaron ante un reducido grupo de invitados.
Pero el corazón de Sara aún tendría más de un dueño, y el principal y al que Sara jamás olvidaría sería el empresario y periodista mallorquín José Tous Barberán, Pepe Tous, con el que Sara escribiría su gran historia de amor. Una década duró su noviazgo antes de formalizar su romance, que acabaría en 1992, año en el que fallecería Pepe, con el que Sara adoptó a sus dos hijos, Thais (1979) y Zeus (1983).
Diez años después Sara Montiel se volvería a casar. Ésta vez con un admirador, el cubano Tony Hernández. Sin embargo, su relación, que fue puesta en duda por muchos, duró poco llegando a su fin en 2003.
Ernest Hemingway, Miguel Mihura, Indalecio Prieto o Giancarlo Viola, su amor eterno, fueron otros de los hombres que marcaron la vida de Sara Montiel, Saritísima o María Antonia Abad Fernández, esa belleza natural que revolucionó una época y envolvió los sueños adolescentes de muchas generaciones con una voz profunda y sensual.
Sus enormes ojos que miran de frente han cautivado a poetas e intelectuales; y ella ha sabido siempre estar en su sitio, discreta o afilada, según se presente la ocasión. La niña incansable de La Mancha ha recorrido millones de kilómetros alrededor del planeta para ser lo que siempre quiso: una auténtica estrella.