Paulina Álvarez . La llamaron la Emperatriz del Danzonete, y con ese sobrenombre su público la identificó siempre, aunque con su excepcional voz podía interpretar todos los géneros cubanos.
Nacida en la ciudad de Cienfuegos, en el año de 1912, dio tempranas muestras de sus prodigiosas facultades vocales y musicales. Ya adolescente, entonces radicada con su familia en La Habana, daba a conocer en la radio una versión muy personal del popular tema “El manisero”, de Moisés Simons.
Los primeros éxitos le llegarían con la Orquesta Elegante, del maestro Edelmiro Pérez, al interpretar como cantante solista el bolero “Lágrimas negras”, del ya conocido compositor Miguel Matamoros y la canción “Mujer divina”, del mexicano Agustín Lara.
Cuando el creador matancero José Manuel Aniceto Díaz compuso su primer danzonete llamado “Rompiendo la rutina”, seleccionó a esta singular cantante para que diera a conocer la nueva modalidad en la capital del país.
El musicólogo Raúl Martínez Rodríguez señala cómo curiosamente “Rompiendo la rutina” fue instrumentada y se le hicieron arreglos especialmente para la tesitura de Paulina Alvarez. ¿Resultado? Fue tan sonado el éxito que desde entonces el género y el mismo tema sirvieron de identidad para la joven cantora.
Era además sonado el mérito porque en época en que primaban los cantantes masculinos en las grandes orquestas cubanas, una mujer como Paulina Alvarez sentaba cátedra, a la vera de agrupaciones como la de Castillito, Ernesto Muñoz, Cheo Belén Puig, Hermanos Martínez y la de Neno González.
Sin embargo, esta inquieta mujer aspiraba a más, y la aspiración se concretó con la fundación de su propia orquesta, compuesta por músicos excelentes que le seguían y respetaban además por sus conocimientos musicales, obtenidos en sus estudios de teoría y solfeo, piano, guitarra y canto, en la Academia Municipal de La Habana, hoy Amadeo Roldán.
Su popularidad fue enorme. Grabó discos con las principales firmas mundiales. Llenaba los escenarios más importantes en el ámbito nacional. Su voz se radia diariamente. Hoy es posible disfrutarla gracias a la magia de las grabaciones.
Es indudable su magnífica afinación, el timbre hermoso y su amplia extensión. Los críticos hablan de que su “excelente cuadratura le permitían un gran dominio de la expresión y el fraseo”. No era raro que tuviera que demostrar sus cualidades, cuando cantaba al aire libre y sin micrófono, en muchas verbenas.
Corría el año 1929 y una nueva sonoridad rompía el éter cubano. En el Casino Español de Matanzas irrumpían los acordes del primer danzonete de la historia: “Rompiendo la rutina”. Gestado por el músico matancero Niceto Díaz, en su nacimiento se combinaron elementos del son y del danzón. Y aunque su auge fue efímero, varios y valiosos fueron los intérpretes de este nuevo género.
Por aquella etapa, rumbas, boleros y guarachas contaban con la singular voz de la cienfueguera Paulina Álvarez. Sin embargo, fue el danzonete quien la consagró para la posteridad.
Su sólida preparación musical y su gran versatilidad interpretativa la hicieron capaz de incursionar en diversas modalidades y ritmos cubanos, por ello transitó con éxito por las agrupaciones más importantes de buena parte del pasado siglo.
De selectiva se podía catalogar a esta artista por el cuidado que ponía en la elección de su repertorio, el cual se componía también de algunos géneros foráneos de más difícil interpretación, como el tango.
Todo ello le sirvió para la buena ejecución del danzonete, pues se necesitaba un poco más que un nuevo sonido o cambios en la instrumentación de las otrora orquestas de danzón. Se requerían intérpretes que sintieran la letra y la melodía. Tal vez por ello Paulina Álvarez se adecuó de manera tan orgánica con la novedosa sonoridad.
La altivez y elegancia que imponía a cada interpretación le granjearon la simpatía del público y el sobrenombre de Emperatriz del Danzonete. Aún se puede escuchar en algún archivo musical aquella voz que, a pesar de los años transcurridos, conserva la singularidad y majestuosidad de una de las más versátiles voces de Cuba.
Por ello, si se escucha la voz de una mujer, con el matiz inconfundible de los años 30 ó 40, cantando algo como “Allá en Matanzas se ha creado, un nuevo ritmo singular”, sin duda se está en presencia de la Emperatriz del Danzonete.
¿Por qué repentinamente Paulina Álvarez decidió a mediados de los años 50 retirarse de manera temporal?
Se dice que por “algunas decepciones”.
¿Cuáles serían? No importa. Lo cierto es que en 1956 volvía a los escenarios, a las orquestas, a las actuaciones solistas, a la radio y la televisión, como si nunca hubiera faltado.
Volvía a ser temas famosos y nacían otros nuevos. Queda en la memoria de los años una lista representativa: “Rompiendo la rutina” “La violetera”, “Mimosa”, “Campanitas de cristal”, “El verdulero”, “Obsesión”, “Aprietas más”, “Vagando”, “Échale solfeando”, “No vale la pena” y “Ritmo pa'mí”.
Su último momento en público ocurrió en el programa de televisión Música y Estrellas. Allí cantó y bailó con otra estrella de la música cubana, el gran Barbarito Diez y con una de las orquestas emblemáticas de Cuba, La Orquesta Aragón.
Paulina Álvarez, la Emperatriz del Danzonete moría en La Habana el 22 de julio de 1965.
Fuentes
Somos Jóvenes
La Jiribilla
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