Como intérprete del bolero antillano, Julita Ross impuso su calidad y su personalísimo estilo . Pero fue en la exposición de la puertorriqueñísima danza que ella dio cátedra de excelencia .
Esta intérprete irrepetible era hija de Ramón Ross Guzmán y Clemencia Alezo Ortiz. Contaba cuatro años cuando sus padres se radicaron en Santurce . En este sector sanjuanero cursó sus grados académicos regulares que completó en la Escuela Superior Central .
Fue durante su etapa en este plantel que floreció su vocación musical, a la que dio rienda suelta participando en las funciones artísticas que aquí se organizaban . En 1940 se vinculó al elenco artístico habitual del programa “Industrias nativas” que los hermanos Jacobo, Luis y William Córdova Chirino producían y animaban a través de WIAC.
Su permanencia en aquel espacio dominical se prolongó hasta 1945 . En el interín – plena Segunda Guerra Mundial – actuó en los campamentos militares acompañada por la orquesta del cubano Abdías Villalonga. Después marchó a New York decidida a abrirse camino en el intenso ambiente musical hispano que se desarrollaba en esta metrópoli .
Pronto su figura se hizo frecuente en las carteleras de los teatros Hispano, San José, Río Piedras y, a partir de los albores de la siguiente década, del más concurrido de todos : el Teatro Puerto Rico. También participó en audiciones originadas en las emisoras WWRL «La Voz Hispana del Aire» y WHOM.
En 1947, el empresario yaucano Luis Cuevas le brindó oportunidad de grabar, incorporándola al catálogo de su compañía Discos Verne. Las dos primeras piezas que plasmó en el acetato fueron los boleros “Diez años” ( de Rafael Hernández ) y “Aunque me llores”, de Claudio Ferrer, cuyo conjunto la respaldaría en gran parte de su discografía .
En 1948 grabó la primera de las 49 danzas que, en su voz, alcanzaron categoría de clásicas : “Felices días”, de Juan Morel Campos. También buen número de boleros . Durante aquella etapa se le promocionaba bajo el calificativo de «La Ley».
Hacia 1953 regresó a Puerto Rico contratada para cumplir una temporada en el programa “La Voz de Borinquen”, que transmitía la emisora WNEL. Fue aquel animador quien le estampó el calificativo de «La Dama de la Danza». En 1955 agotó otra en la audición denominada “Festival de Codazos”, que el cubano Osvaldo Agüero Fernández acababa de iniciar en la WITA.
Éste, en cambio, prefería identificarla como «La Reina de la Danza». Pero, a raíz de convertirse en “artista exclusiva” de Ansonia Records aquel mismo año , siguiendo el consejo del propietario de esta prestigiosa etiqueta , Rafael «Ralph» Pérez Dávila ( otro ilustre yaucano ), prefirió identificarse con el primero, pues ya el mundillo artístico estaba “saturado de reinas”.
Su consagración definitiva fue amparada, precisamente, por esta segunda empresa, que le editaría once álbumes,hoy considerados
antológicos.
El primero, titulado con su nombre ( SALP - 1256 ), en el que fue acompañada por las guitarras de Los Tres Amigos, generó seis hits : “Diez años” – nueva y definitiva versión, que jamás ha perdido vigencia –, “Noche de bodas” ( de Claudio Ferrer ) ; “Me la robaste” ( de Facundo Rivero ) ; “No niegues que me quisiste” ( de Jorge Del Moral ) ; “Dos almas” ( de Don Fabián ) y “Fichas blancas” ( de Johnny Rodríguez ). En dicha producción incluyó, igualmente, otra versión de “Aunque me llores”, de Ferrer.
Seguidamente se lanzó su primer disco dedicado al género que la inmortalizó : “Julita Ross canta danzas”. Este contiene, entre otras, sus muy difundidas interpretaciones de “Laura y Georgina” y “Felices días” – segunda versión – ( de Morel Campos ) ; “Margarita” ( de Manuel Gregorio Tavárez ) ; “Tú y yo” ( de Ángel Mislán ) ; “Perla del Caribe” ( de Jesús María Escobar ) y “Recordar es vivir” ( de Ernesto Vigoreaux ) .
El segundo volumen , “Sus danzas favoritas” , recoge “Bajo la sombra de un pino” ( de Juan Francisco Acosta ) ; “Sara” ( de Mislán y Johnny Rodríguez ) ; “Recuerdos de Borinquen” e “Improntu” ( de Luis Rodríguez Miranda ) ; “Mis amores” ( de Simón Madera); “Violeta” ( de Rafael Alers); “Admiración” ( de Claudio Ferrer ) y otras que han recibido menor difusión .
De 1961 data el disco “Julita y Chago / Canciones inolvidables”, a dúo con el ponceño Chago Alvarado. Además de composiciones de éste, incluye una de las versiones estándares de “Bello amanecer”, de Tito Henríquez.
Sus otras grabaciones para Ansonia Records son “ La siempre recordada Julita Ross”, 1968 . Acompa ñ ada por el conjunto de Jorge Renán Salazar. Recoge sus interpretaciones de “La novia pobre” ( de Ferrer ) y “Alma boricua”, de Clodomiro Rodríguez). “No me escribas”, 1969 .
Su tema titular, del binomio Bardt & Caruso, la dio a conocer en Sudamérica . “Esta Navidad”, 1969 . ( “La Dama de la Danza”, editado en 1970, pero con grabaciones realizadas en 1959. “Ecos del pasado, Vol. 1 / «Nunca es tarde»” . Recopilación. “Ecos del pasado, Vol 2 / «Impiedad»”. Recopilación. «“Ecos del pasado, Vol 3 / Lo que nunca te dirán»”. Recopilación . Estos discos vieron la luz durante el primer lustro de los ‘70 .
En 1966 se estableció definitivamente en Toa Baja . Desde aquí se desplazaba a otros municipios para actuar en eventos culturales patrocinados por el Instituto de Cultura Puertorriqueña ( ICP ) y a New York para presentarse en teatros, programas televisivos y centros nocturnos y culturales .
En 1974 fue objeto de lucido y emotivo homenaje organizado por el Club Cayetano Coll y Toste – presidido por el líder cívico Roberto Vázquez –, en la Escuela Superior María Martínez de Cadilla, en su natal Arecibo .
Durante el acto interpretó algunos de sus éxitos consagratorios acompañada por la Orquesta Sinfónica Arecibeña, que entonces dirigía Julián Sánchez. El alcalde Alfredo González le entregó las Llaves de la Ciudad y la exaltó al Salón de la Fama de Arecibo.
Sus últimos años los pasó en el hogar de su unigénita ,Yolanda – fruto de su matrimonio con el señor Julio Álvarez – en la Calle Victoriano de Levittown . Allí fallecería a consecuencia de un infarto cardíaco, el 29 de junio de 1981, siendo sepultada en el Cementerio Los Cipreses, de Bayamón .
Dos años después de su desaparición física ( 1983 ) y como culminación de la iniciativa del alcalde toabajeño Juan «Picolino» Hernández Ferrer, en la Avenida Sabana Seca de Levittown se inauguró el teatro que perpetúa su nombre .
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