Probablemente una de las voces más dotadas de Chile es la que a fines de los ’60 dio a conocer Germaín De la Fuente en Los Ángeles Negros.
Nacido en San Carlos, Germaín fue parte del coro de su colegio, la Escuela Consolidada, demostrando sus virtudes vocales desde muy pequeño. En la adolescencia inició una temprana profesionalización de su carrera, al cantar en la Quinta de Recreo que mantenía su padre, Oscar de la Fuente, en las afueras de San Carlos. El Parronal, como se conocía al local, era un recinto semicampesino, donde Germaín tocaba guitarra y acordeón, y donde aprendió su especial estilo de cantar.
“Una vez llegó un cantante lírico a la Quinta, Orlando Figueroa, que cantó ante todos “Jalisco no te rajes”. Su forma de cantar paró el baile, porque nunca habíamos visto a nadie cantar así. Esa forma de sacar la voz fue la que me marcó a mí y me hizo cantar como lo hago” recuerda hoy, estableciendo el origen preciso del sello tenor que distingue su impostura vocal.
Conocido en el pueblo, y parte de un grupo llamado Los Monarcas, De la Fuente fue invitado a ser parte de Los Ángeles Negros para participar en un concurso radial de La Discusión de Chillán. Ahí comenzó su historia con una banda de inspiración rockera, que debió adaptarse a sus intereses: “Yo quería cantar como Yaco Monti, Raphael, Sandro”, en una decisión que resultó en el cruce de estilos por el que Los Ángeles Negros pasaron a la historia de la música chilena: Sonidos románticos con instrumentos de rock.
Tras cinco años con la banda, donde se enriqueció con nuevos músicos que le brindaron un sello negro a las armonías, De la Fuente abandonó sus filas para establecerse en México. Su interés por mayor actividad, sus formas de vida bohemias más frecuentes que las de sus compañeros, y el innegable protagonismo de su figura en la banda lo llevaron a tomar esa decisión.
Sus compañeros continuaron con otros cantantes, mientras que él estableció la marca “Germaín y sus Ángeles Negros”, en una clara demostración que su camino musical futuro transitaría por los mismos derroteros que había forjado con su antiguo conjunto.
Durante 20 años Germaín recorrió el territorio mexicano con un cambiante elenco de músicos. Con un autobús de su propiedad, cumplió con cerca de 200 presentaciones cada año, compatiendo espacios con sus ex compañeros, y recreando el viejo repertorio de su banda como eje de sus espectáculos.
Una decena de discos acompañaron ese proceso, adonde incorporó temas como “No me importa”. “Soy lo prohibido”, “Esta noche partiré”, “Las penas y alegrías del amor”, y canciones del repertorio popular chileno, como “Romance de barco y junco” y “Gracias a la vida”.
En 1993 el descenso de las presentaciones en vivo lo obligó a abandonar su actividad. Se deshizo de su autobús, liquidó sus cosas y se compró una parcela en las afueras de la ciudad donde reside hasta hoy. Asimismo, instaló un sello discográfico en el centro de Santiago, DLF, con el que editó sus propios trabajos, discos de karaoke, publicaciones religiosas y compilados de otros artistas. Esa actividad, sin embargo, experimentó una considerable baja cuando se desató la crisis discográfica de comienzos de los 2000.
Su actividad artística, en cualquier caso, nunca se detuvo. En 1995 se asoció con el baterista Luis Ortiz, el mismo con el que protagonizó un conflicto en 1973 y que deteminó la salida de ese músico de Los Ángeles Negros. Ambos realizaron un concierto en Nueva York, y editaron un video que no tuvo grandes resultados.
De la Fuente, entonces, comenzó a gestionar presentaciones desde Santiago, consiguiendo una agenda con 25 o 30 presentaciones cada año, dentro y fuera de Chile. En medio de sus escasos shows en Chile, en 2003 se asoció con el tecladista Jorge González y su grupo El Sonido de los Angeles para grabar un DVD que aún circula comercialmente.
Ese mismo año grabó con Los Tetas el tema “Como quisiera decirte” para un disco de duetos que gestionó Sony Music, y compartió escenario con Los Bunkers y Los Pettinellis en sendos conciertos. Su vigencia pasa por períodos de menor actiuvidad, pero cada tanto se presenta en parrilladas, festivales regionales y escenarios extranjeros.
Sin los extraordinarios ribetes de la voz de antaño, pero con el entusiasmo intacto y convertido para muchos en algo así como una leyenda viva, De la Fuente se niega a dejar el escenario.
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